Por: Brenda Santiago
El cross-country skiing se considera uno de los deportes de nieve más difíciles del mundo pues se depende por completo de la fuerza de cada individuo. ¿Cómo puede, entonces, una persona con dos costillas rotas terminar una carrera y hacer historia?
Roberto Carcelén se cayó veinte veces la primera vez que intentó practicar cross-country skiing. Ya para el intento veintiuno le agarró el ritmo y no paró hasta presentarse a las pruebas clasificatorias para los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010. Carcelén no lo sabía entonces, pero le tocaría atravesar una larga carrera de obstáculos dentro y fuera de la pista. El día antes de la última prueba de clasificación recibió la noticia que su madre había sido diagnosticada con cáncer de grado cuatro. Durante la carrera, Roberto se dislocó el hombro, pero alcanzó los puntos que necesitaba convirtiéndose así en el primer peruano en representar a Perú en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Al año siguiente, a kilómetros de distancia, su madre falleció.
Tiempo después, Carcelén clasificó a los Juegos Olímpicos de Invierno, esta vez en la edición de Sochi 2014. Sin embargo, a sólo diez días de la carrera sufrió un accidente entrenando y se rompió dos costillas. Con un dolor que apenas si le dejaba respirar, ya no apuntaba a un gran puntaje. «Acá lo importante no es tener un puesto, sino llegar a la meta y demostrar que todo es prácticamente posible», reflexiona Roberto durante el episodio 1 de Intervenarte Pódcast.
Los doctores dijeron que lo mejor era descansar e iniciar un proceso de rehabilitación, pero él se negaba a rendirse: «Las oportunidades de crecimiento se ubican en el lado que nosotros percibimos como negativo». Ya solo faltaban días para la competencia y su impulso parecía casi una necedad planificada: a pie recorrió toda la pista para memorizarla ya que no podría entrenar más.
«¿Qué pasa si hago totalmente lo opuesto a lo que dicen los doctores y trato de representar a mi país nuevamente en esta competencia? Lo que tenía claro es que era una cuestión de sobrevivir porque si me caía, no me levantaba nadie. Entonces se volvió una historia viral porque la gente quería saber cómo y por qué quería terminar esa carrera».
Lo cierto es que Carcelén llegó último, pero su imagen es la más recordada de Sochi 2014. Quizá porque el campeón de la fecha lo esperó durante cerca de media hora en la meta final para recibirlo. Porque el tramo final lo hizo flameando su bandera peruana. O por la analogía que representa culminar una prueba con dos costillas rotas y un dolor visceral.
UN NUEVO PROPÓSITO
La historia de Roberto, el hombre que ganó al perder, no termina ahí. Tras su hazaña, creó la fundación Roberto Carcelén, que busca empoderar a jóvenes de bajos recursos mediante la educación enseñándoles programación y a escribir código.
«Todos deberíamos tomar conciencia de cuál es nuestra posición en esta vida y realmente darle lo más que se pueda. No solamente por hacer la vida de uno mejor, sino por el entorno de la comunidad mejor», señala Roberto Carcelén en charla con el pódcast peruano, Intervenarte.